Cuando la inspiración llega es como una ráfaga de energía que nos impulsa hacia adelante.
Es el pequeño momento en que enciendes un auto: escuchar el ruido del motor que te dice “ya estoy listo”.
Pero no podemos depender exclusivamente de la llegada de la inspiración para la generación de ideas. La espera pasiva no es suficiente.
La inspiración suele esquivarnos a diario. Incluso semanas.
Pero en lugar de preocuparnos porque no llega, debemos esforzarnos por atraerla y darle la bienvenida. Es casi como encontrar un perro perdido en la calle. Él no nos verá y correrá feliz hacia nosotros con la esperanza de que lo ayudemos. Somos nosotros quienes debemos hacer el esfuerzo por acercarnos cuidadosamente y romper el hielo inicial.
En el mundo de la creatividad, está lleno de pequeñas ideas buscando refugio para poder crecer.
Ua sombra que se proyecta en la pared.
El aroma de una vela encendiéndose.
Una frase que resuena de manera inusual en nosotros.
Montones de disparadores rondando a nuestro alrededor listos para despertar nuestra inspiración.
¿La clave?
Estar presentes.
Estar listos para recibir esas chispas de creatividad.
Silenciar el ruido o apagar las luces de la habitación para sumergirse en una película.
Escuchar la misma canción una y otra vez para descubrir nuevos matices.
Leer solo la primera palabra de cada página de un libro.
Organizar nuestro calzado por color.
Romper las rutinas.
Encontrar cómo hacer distinto nuestro día a día para buscar diferencias y observar nuevas conexiones.
Quizás en el proceso sólo aparezca una sonrisa al ver que puedes ordenar las especias de tu alacena por color.
Pero dejar de dar por sentado nuestro alrededor.
Romper la desconexión y la insensibilidad ante nuestro entorno.
Todo lo que está en el mundo nos puede inspirar.
Depende de cómo lo conectemos.
Cómo lo observemos.
Cómo nos comprometamos a explorar el mundo con asombro.
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Emma