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Hoy les voy a contar una historia.
A eso de los 11 años me dieron muchas ganas de aprender a tocar la guitarra. Cuando se lo comenté a mis papás, dijeron “¡excelente! ¡que sea de la mejor forma posible!” Y así comencé el conservatorio de música.
Hoy lo recuerdo como una de las experiencias más lindas que me tocó vivir. Pero también recuerdo que hubo momentos en que la pasaba bastante mal. Básicamente por la metodología de repetición de mi profesor:
Sí, este mismo de acá arriba, mi profesor Rafael Nicolau. Él estaba encargado de enseñarme técnica e interpretación del instrumento. Su papá, tocayo como él, me enseñaba teoría, solfeo, armonía… Rafa padre sabía muchísimo y tengo grandes anécdotas de aprendizaje con él, pero quedan para otra ocasión.
En resumen, uno enseñaba la parte divertida (tocar) y el otro la parte aburrida (leer y estudiar). Pero la verdad es que la parte divertida se hacía muy, muy tediosa de a ratos.
Cada vez que me sentaba con la guitarra en su salón, Rafa nos repetía esta frase constantemente:
- ¿…sabías que los chinos decían que para aprender algo lo tenés que repetir 100 veces y para saberlo lo tenés que repetir 1000 veces?
¿Entendés? Es la única forma de interpretar una composición.
No les miento, esa frase la mencionaba como mínimo 5 veces por clase. Si no era en forma general a todos los que estábamos en el salón, lo hacía de forma individual. Te daba el ejercicio a realizar, te soltaba su frase, se iba con otro alumno. Era su mantra. La razón de ser detrás de su método de aprendizaje.
Se los voy a ejemplificar para que quede claro qué había detrás de ese mantra.
Este es un pedazo de ‘Asturias’ del increíble compositor español Isaac Albéniz:
Cada línea que ven arriba se compone de 4 compases, cada compás tiene 3 figuras de semicorcheas, cada semicorchea tiene 4 notas. O sea, cada 12 puntitos negros tenemos un compás. Explico esto porque los ejercicios de Rafa consistían en repetir de diversas formas una composición. Con esta pieza sería: repetir 4 veces cada compas; luego 4 veces la línea, luego aplicarlo a la segunda, tercer y cuarta línea; al finalizar, repetir 4 veces las 4 líneas; luego hacer lo mismo con las siguientes secciones de la composición. Si la pifiabas, no importa en qué línea o sección estabas, empezabas otra vez.
¿Ya les dije que era un proceso muy tedioso?
Cuando le preguntaba a Rafa el por qué de este método, siempre me respondía lo mismo “si querés interpretar una composición, no hay otra forma: repetir, repetir, repetir.”
Asi que me puse a investigar y salí en búsqueda del chino al que se le había ocurrido esta metodología. En épocas donde no había Google (si, así de grande soy), era una tarea difícil. Pero me encontré con un pequeño librito sobre la historia de la pintura China. Los detalles del libro se los debo, pero nunca voy a olvidar lo que encontré:
A comienzos del siglo IV, Gu Kaizhi expresó la idea de que: “la forma es sólo un camino para expresar el espíritu.”
Un siglo más tarde, Xie He menciona a la “vitalidad” como el elemento principal en sus “Seis principios de la pintura”.
Luego Jing Hao (sino el paisajista más importante de la historia pictórica china), dijo que sólo cuando pintó el mismo árbol 10.000 veces pudo finalmente “capturar su espíritu”.
Lo que estos artistas chinos hacían era encerrarse en sus monasterios y durante años y años aprendían a dibujar. Nunca salían: meditaban, dibujaban, comían, dibujaban, dormían, dibujaban, meditaban, comían, dibujaban, etc... Pasaban horas y horas dibujando el ala de un pájaro, una hoja, pasto, la cabeza de algún animal o una cascada de agua. Lo repetían una, dos, cincuenta, quinientas... bastante más que 1000 veces.
Una vez que podían dibujar perfectamente sin mirar ni copiar algún elemento de la naturaleza tomaban sus elementos de dibujo y salían por primera vez al exterior. Caminaban hasta llegar a un determinado paraje desconocido para ellos y dibujaban la naturaleza que los rodeaba en ese instante.
La razón era muy sencilla: querían captar la esencia del lugar. Esta era su última lección. Una vez que puedes dibujar cualquier elemento de la naturaleza sin enfocarte en el aspecto técnico de la forma, sólo queda lo que ese entorno te produce. Y ahí es donde dibujaban la esencia del lugar, la energía que esa determinada porción de la naturaleza les transmitía. Esa delicada unión de átomos que nunca volverían a unirse otra vez.
Ahí es cuando logré entender la frase de Rafa:
- …si querés interpretar una composición, no hay otra forma: repetir, repetir y repetir.
Interpretar una composición significa transmitir la emoción que esa pieza te produce. No es “tocar” una pieza, es generar sensaciones a través de ella, que le produzca algo a quien te escuche.
Por eso desde que empecé este newsletter insisto en que repitan los ejercicios que vemos aquí, o por qué cada tanto los cito para que vuelvan a ellos. Porque más allá de todos los aspectos técnicos que puedan estar detrás de un proceso de ideación, una idea nos produce una sensación, nos moviliza, nos motiva… una idea alimenta nuestro deseo interno e irrefrenable de querer concretarla y hacerla realidad.
Quizás Rafa no sabía exactamente sobre cada uno de estos artistas, pero sí tenía muy en claro su filosofía. Repetir una y otra vez. Incorporar el aspecto técnico para que nunca se interponga ante las sensaciones.
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¡Nos vemos en el próximo newsletter! 🤘👨🏻🏫🤘
Emma