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The Algonquin es un hotel declarado hito histórico de New York City. En él, grandes nombres de la literatura y el teatro de NYC solían reunirse. Uno de los que usualmente solía darse una vuelta por el lugar era Ernest Hemingway. Cuenta la leyenda que un día estaba almorzando con un grupo de amigos escritores en el hotel. Mientras comían en la famosa mesa redonda del lugar, Ernest comenzó a alegar con su inconfundible ego y orgullo que sólo él podía escribir una historia increíble de tan sólo 6 palabras de largo. Y no sólo eso, sino que podría emocionar a cualquiera que la leyera. El resto de los escritores comenzaron a negarlo, y entre risas le decían que ya había bebido suficiente para ese día.
Pero el ego de Hemingway no se quedó atrás y retrucó:
“¡Apuesten 10 dólares cada uno a que no puedo hacerlo! Si estoy equivocado, igualo la apuesta. Pero si lo logro, me llevo el pozo.”
Luego de un momentáneo lapso de silencio, todos los escritores de la mesa se miraron unos a otros y estallaron en risa ensordecedora. Sabían que Ernest tenía una fé ciega en sí mismo, pero nunca que llegaría a realizar una apuesta tan ridícula.
Cuando las risas del exabrupto de Ernest fueron disminuyendo, uno de ellos puso el primer billete de u$s 10 sobre la mesa.
Todos miraron, sobretodo Hemingway que ya se sentía ganador.
El resto lo siguió.
Cuando el último de los comensales puso su billete de u$s 10, Hemingway tomó rápidamente una servilleta y comenzó a escribir.
Eran 6 palabras: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
El barbudo no se demoró mucho en pasar la servilleta al terminar. La misma decía:
For sale, baby shoes, never worn.
(Zapatos de bebé en venta, nunca usados.)
Lentamente, cada uno de los amigos leyeron la servilleta. Atónitos ante la historia de 6 palabras que leían, le dieron por ganada la apuesta a Ernest.
Los que desean saber qué hizo Ernest con el dinero, bueno, pues, compró todo el alcohol que pudo con él.
Detrás de toda gran historia, siempre hay un poquito de exageración. Esa pizca de sal y pimienta que la enaltece un poquito más. Cualquiera de nosotros lo hace al contar una vieja anécdota. No es ningún misterio. Pero esta en particular, parece que viene floja de papeles (es decir, el tiempo le puso todos los condimentos posibles). Porque si investigamos un poquito, hay montones de versiones de esta misma historia mucho antes de Hemingway supiera incluso cómo escribir.
Una de ellas es de 1906 (cuando Ernest tenía sólo 7 años), y aparece en la sección de clasificados de un diario llamado “Terse Tales of the Town”:
“For sale, baby carriage, never been used.
Apply at this office.”
Otra versión muy parecida, se remonta a 1910. Muy cerca a esa fecha, en 1917, un ensayo de William R. Kane, donde se la sugiere como título de una historia donde ‘una esposa había perdido a su bebé’, dijo:
“Little shoes, never worn.”
3 años más tarde, las supuestas 6 palabras de Hemingway aparecen en un diario. Específicamente en una columna de Roy K. Moulton, que describió una breve nota de alguien llamado Jerry:
“There was an ad in the Brooklyn “Home Talk” which read, “Baby carriage for sale, never used.” Would that make a wonderful plot for the movies? ”
Y la lista de ejemplos puede continuar con muchos más aunque no lo crean.
Esto hace que muchos historiadores afirmen que Ernest nunca escribió este cuento. Lo más probable, es que al ser Ernest un periodista, un hombre de palabras, él haya visto alguna de todas estas versiones. Pero realmente, no hay evidencia de que haya escrito la historia y mucho menos, ¡que ni siquiera haya existido ese almuerzo en The Algonquin!
Lo que sí es cierto en este mito, es que un agente literario, Peter Miller, inventó la historia en los ‘70 y luego la publicó en su libro ‘Get Published! Get Produced! A literary Agent’s Tips on How to Sell Your Writing.’ También es cierto que Arthur C. Clarke hizo crecer el mito cuando en 1998 repitió la historia en un ensayo para el Reader’s Digest.
Pero al día de hoy, no hay evidencia o conexión alguna con estas 6 palabras y la historia detrás de ella con Hemingway…
¿Qué hacemos entonces con esta leyenda urbana? ¿Recorremos todos los sitios de la red donde le dan la autoría a Hemingway y pedimos que lo bajen? O al contrario, ¿comenzamos a viralizar todos los sitios donde afirman que esto nunca lo escribió él?
Ni uno ni otro. Lo importante de esta historia no es si Hemingway escribió este microcuento o no. Sino tres cosas, la primera y más importante: en cualquier lugar podés encontrar una historia memorable o una idea increíble. Cualquier pequeña frase u observación puede ser el inicio de algo mucho más grande.
La segunda, ya nos la dijo Jim Jarmusch en otra edición de Creative Workout.
La tercera: ¡es un excelente ejercicio de storytelling!
Escribe una historia triste de 6 palabras: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Vamos, les espero:
Y ahora con ustedes, un call to action de 3 palabras:
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Emma