Samanta Schweblin es una increíble escritora argentina. La descubrí unos cuantos años atrás con su novela “Distancia de rescate”. Luego de ese libro, comencé a obsesionarme un poquito con ella (obvio que no lo niego, lo digo con orgullo) y me encontré con que en realidad era escritora de cuentos.
No tuve opción, me devoré todos sus libros de relatos: Pájaros en la boca, Siete casas vacías, El núcleo del disturbio y finalmente su segunda novela Kentukis.
El límite entre lo posible y lo imposible mezclado con lo cotidiano y lo oscuro, es lo que me atrapó inmediatamente de su escritura. El famoso “viaje de ida”.
Recomiendo que lean cualquier cosa de ella. Pero si desean uno para empezar, les diría Pájaros en la boca.
Un poco más de un mes atrás, Samanta inauguró el Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura de Chaco (una provincia Argentina) con un discurso increíble sobre la imaginación y la lectura.
De eso se trata la edición de hoy: un paseo por la imaginación del lector.
Me fascina el poder de invocación de las palabras. Decir, por ejemplo “no hay una tetera sobre la mesa”, y sin embargo forzar así a la gran mayoría de este auditorio, no solo a elegir una tetera, sino a hacer el esfuerzo, casi imposible, de tener que hacerla desaparecer. Así de peligrosa es la imaginación, así de poderosa.
Con ese párrafo comienza su discurso.
Sin escalas Samanta propone meterse de lleno en qué es la imaginación. Es a su vez el pie para describir un sencillo ejercicio que utiliza en sus talleres: que las personas se imaginen en la playa con su mamá y papá.
El resultado de esto es lo que sorprende: todos los que realizan el ejercicio rápidamente se paralizan. Casi como si se tratara de un pánico escénico.
¿Por qué?
Porque todos describen la exacta misma situación.
Tomense 1 minuto y hagan el ejercicio.
Tienen 5 o 6 años. Sus papás jóvenes. Quizás un castillo de arena. El sol radiante y en todo su esplendor. ¿Lo ven?
Samanta rápidamente identifica la reacción en cada uno de sus talleres. El no pensar algo distinto de quien tienen al lado, que todos se vean predecibles y poco originales, produce una sensación desoladora.
Y aquí algo raro en todos ellos también. Porque asumen que se equivocaron e hicieron algo erróneo.
Equivocarse en un taller de escritura. Paradójico, ¿no?
Para Samanta, la literatura sucede. Indistintamente de si es una novela o un cuento. La literatura sucede cuando alguien lee. Porque los textos, hasta la aparición del lector son ideas que no le suceden a nadie. Esto implica a su vez que la literatura siempre es de a dos. El que escribe y el que lee. Un baile entre uno y otro, un paso detrás de otro pero que no se superpone.
Por eso propone un variante muy sencilla de identificar.
Un primer paso podría decir: “Estoy en la playa con mamá y papá”, para que el lector realice el segundo paso invocando todo lo previamente narrado.
El paso no es erróneo. Pero sí es un lugar común. Una tendencia de la que no podemos escapar. Quien escribe induce un movimiento previendo la reacción que provocará en el lector. Es parte del baile.
Pero aquí la observación que nos hace Samanta es que cuando el lector hace su movimiento, y siente que el escritor lo acompaña -y no a la inversa-, es cuando ocurre la magia de la imaginación y la lectura.
Y aquí encontramos la variante. ¿Qué sucedería en el lector, si a continuación de “estoy en la playa con mamá y papá”, le suma “el sol está muy fuerte y trajimos sombrilla”?
La inducción es total. El escritor acaba de pisar al lector. Quizás surja algo interesante de esa narración, pero el escritor no le esta dando espacio al lector a que crezca en su imaginación.
No le permite el movimiento.
Pero y si en lugar de eso ¿el escritor nos dice: “Estoy en la playa con mamá y papá. Es de noche, está nevando, papá acaba de cumplir sus ochenta”'?
Ahí se produce un elemento muy poderoso en el lector, lo que Schweblin denomina “la resistencia”. El roce de algo nuevo que se impone.
Para generar esa imposición, el escritor parte de un escenario común entre él y su lector. Pero se distancia, pisa en un lugar no esperado. Produce una resistencia entre movimientos que no son ni de uno ni de otro.
Y es aquí donde nos remarca que los lugares comunes no son el problema. Sino que muchas veces, incluso cuando intentamos salirnos de lo usual, terminamos en el mismo lugar común. Buscamos lo original y distinto, pero simplemente damos un giro de 360 grados para terminar en el mismo lugar común.
Samanta no define esta situación como algo bueno o malo. Pero propone que la resistencia nos impulsa a abrir los ojos, sacándonos del lugar común: nos fuerza a poner verdadera atención.
Eso es tensión.
Un paso que no se esperaba.
¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible?
Al prestar atención, al preguntarnos a dónde me va a llevar el escritor entramos a un “estado de suspensión”, el estado de mayor escucha de un lector a lo largo de una historia.
Tensión es atención.
Estamos libres y completamente alineados a saber qué sigue. Ya no pensamos dónde estamos, qué leemos, lo que tendremos que hacer hacia el final del día. Estamos atentos. Sin sesgos. Desesperados por entender.
¿Sería demasiado insólito pensar que es en ese estado de incertidumbre, en ese instante de no saber en absoluto -donde a la vez crece la sensación de que algo, una información nueva y vital, será entregada-, cuando encontramos el verdadero placer de la lectura?
Y este momento es bastante curioso. Estamos abiertos a todo pero a su vez cerrados a las palabras que siguen. En tensión, pero relajados. Sabemos todo y a su vez, nada.
Esa es la tensión que se debe lograr para generar una historia nueva y diferente. Que el lector se pregunte: ¿qué es esto? ¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible?
El descubrimiento de parte del lector de que, con la información que tiene, no puede anticipar lo que sigue.
Incluso las sensaciones e ideas más complejas pueden sostenerse en el aire durante un buen tiempo, siempre y cuando estemos conectados por la imaginación y el poder narrativo de las palabras.
Si quieren salir a bailar con las palabras de Samanta Schweblin, pueden leer el texto completo aquí. Por supuesto que les recomiendo mucho hacerlo. Hay mucho más en él de lo que yo compartí aquí.
Pero me tomo el atrevimiento de decirles que va a ser un baile tranquilo, apacible, interesante y sin muchos sobresaltos.
Si quieren bailar de verdad con Samanta, vayan a sus libros.
Y ahí los quiero ver.
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Emma