Mi primer trabajo como creativo fue en una agencia de publicidad.
Entré como creativo trainee, con muchas aspiraciones y expectativas pero muy poco conocimiento de cómo pensar una idea.
Parte de mi fantasía era que me enseñarían cómo hacerlo ahí dentro.
Pero no. Nada que ver.
Nadie me enseñó a pensar una idea en una agencia.
Ni en la primera ni en todas las demás en las cuales trabajé.
Mi día a día como creativo era muy sencillo.
Llegaba a la agencia, uno de mis directores creativos me daba un brief y me decía “quiero escuchar ideas para el final del día”.
Eso era todo.
En el medio del día si lograba encontrarlo en algún lugar del piso, no perdía oportunidad de preguntarle por donde pensar o si me sugería algún camino para explorar.
Pero rara vez sucedía. Encontrarlo o lograr preguntarle algo.
Muy difícil.
Esas guías lograba sacarla de otros como yo. No exacto como yo. Me refiero a más experimentados, mas seniors.
También era difícil porque ellos tenían sus briefs por trabajar y no disponían de tanto tiempo.
Luego llegaba el momento de contar ideas con mis directores creativos.
9 de 10 ideas no pasaban. La que quedaba, era transformada en el instante por alguno de ellos y de ahí seguir mejorando esa idea hasta la próxima sesión.
En las revisiones creativas, no había enseñanzas.
Era casi que todo prueba y error.
No les voy a mentir, en algunos casos también eran adivinanzas. Descubrir qué tipo de idea buscaban.
Esa era la realidad.
En ningún momento se enseñaba a pensar una idea.
No enseñaban técnicas, procesos ni frameworks.
Imaginarán que mi camino para llegar a una idea era leer una y otra vez el brief hasta encontrar “algo”.
No me gustaba nada la situación. Me hacía sentir incómodo.
Un viernes me llevé un bolso de mano y cargué todos los anuarios de creatividad que entraban en su interior
Los anuarios de creatividad eran libros grandes, pesados, llenos de avisos.
Generalmente eran de festivales publicitarios. Todos los ganadores del año, con las fichas técnicas de quiénes participaron en la creación de cada pieza.
Quizás alguno pertenecía a la agencia del momento, que mostraba su calidad creativa en ediciones muy lujosas.
Me pasé el fin de semana analizando los avisos de cada anuario.
Uno por uno.
Busqué patrones y similitudes. Hice ingeniería reversa de las ideas.
Lo que encontré en común fue la simpleza.
Las mejores piezas creativas tenían ese punto en común.
Cómo decir mucho con poco.
Con ese hallazgo, llegué a mi primer aviso importante.
Este que ven aquí abajo:
Volvo siempre comunica que sus autos son los más seguros.
Es el eje fundamental de su propósito de marca:
“Impulsar la prosperidad a través de soluciones de transporte e infraestructura.”
Si conducís un Volvo saldrás ileso ante cualquier eventualidad.
Esa fue mi idea.
La exageración de la seguridad en una ejecución visual.
Podrás hacer un bollo la hoja de clasificados del diario pero el Volvo saldrá ileso aquí también.
Me fue muy bien con ese aviso.
Con él gané mis primeros premios en festivales de creatividad.
Gracias a él mi carrera como creativo comenzó a tener un poco de visibilidad.
Ese envión logrado por explorar y descubrir una obviedad de la creatividad.
Algo tan sencillo y simple que todos los que trabajamos con ideas debemos saber e implementar:
decir mucho con poco.
¡Gracias por leer Creative Workout!
¿Te gustó? ¿Te fue útil?
Compártelo con tus contactos o en redes sociales para que más personas puedan aprovecharlo.
Si tienes comentarios, responde este mail o escríbeme por Linkedin.
¡Nos vemos la próxima semana! 🤘💡🤘
Emma