Unas semanas atrás estaba dialogando con un creativo y estratega italiano, Roberto Ottolino. Semanalmente tenemos nuestras charlas sobre creatividad e innovación.
En una de ellas, me comentó uno de sus proyectos “Freestyle School”. Es una metodología que explora la improvisación como forma de ideación.
Entre tantas fuentes de inspiración que tomó para crear su metodología, se encuentra la historia detrás del disco “The Köln Concert”, de Keith Jarrett.
Cuenta esta historia que Keith Jarret es invitado a tocar un concierto en Alemania. El evento es organizado por una promotora de tan sólo 18 años, Vera Brandes. La incipiente promotora, logró conseguir el Opera House de Köln, en Colonia. Keith haría un concierto en solitario con un piano. La presentación sería a última hora de la noche, luego de una Opera. Ese horario se debía a que la administración del Opera House sólo habilitaría ese espacio para un concierto de jazz.
Keith pidió un piano particular para su concierto, el piano Bösendorfer Imperial Modelo 290:
Bösendorfer es una fábrica de pianos Austríaca fundada en 1828. Su particularidad es la manufactura de pianos de 8 octavas. Al extender el rango de los pianos de 88 a 97 teclas, los Bösendorfer ofrecen tonos más oscuros y puros que un piano tradicional.
Estamos hablando de un piano de 2,90 metros de largo y 1,68 metros de ancho con 552 kilos de peso. Es un piano grande, muy grande.
Guarden ese dato para más adelante.
Unos días antes a la fecha del concierto, Jarret realizó una performance en Zürich, Suiza. Vera Brandes sabía que Keith venía de una larga serie de conciertos. También sabía que Keith no estaba descansando bien y que había desarrollado un problema en la espalda por el cual tenía indicado utilizar un cuello ortopédico. Por esas razones, Vera decide enviarle un pasaje en avión para que pueda llegar a tiempo y descansado. Pero Keith decide vender el ticket, quedarse con el dinero y viajar en auto con un productor musical de ECM, compañía que publicaba sus discos.
El viaje de Zurich a Colonia dura casi 6 horas en auto.
Keith decidió viajar el mismo día del concierto.
En un Renault 4:
Nadie duda de la confiabilidad que un Renault 4 puede brindar, pero tampoco dudamos de que no es un auto ideal para realizar grandes distancias estando mal dormido y con un cuello ortopédico.
Keith llega al Opera House a unas pocas horas de su concierto. A pesar del agotamiento del viaje y su dolor de espalda, decide probar cuanto antes el piano que utilizaría en su presentación.
¿Recuerdan el Bösendorfer Imperial Modelo 290?
Al preparar los materiales y escenario que utilizaría Keith, los operarios del Opera House confundieron el pedido de Vera y el músico, y pusieron a disposición otro piano Bösendorfer: el Baby Grand Piano:
El Bösendorfer 170 VC o Baby Grand Piano tiene 1,70 metros de largo y 1,51 metros de ancho con un peso de 316 kilos. Si bien hablamos de un piano grande, es casi la mitad en dimensiones con el imperial. Y como supondrán, la calidad de sonido entre uno y otro es considerable.
Pero no solo estaba el inconveniente de las dimensiones del instrumento, sino que el piano era utilizado sólo para ensayos, estaba en pésimas condiciones, completamente desafinado y los pedales no funcionaban correctamente.
Cuando Keith descubrió este detalle, se negó de plano a realizar el concierto. Toda la razón de Keith era utilizar un Bösendorfer Imperial. Explorar los matices que sólo ese piano puede proporcionar en un juego musical de improvisación libre.
Luego de muchos argumentos y contra argumentos, Keith decide hacer el concierto. La razón que lo inclina a tomar esa decisión fue que el equipo para grabar la performance ya estaba preparado y listo para su función.
A todo esto Keith tenía hambre, quería cenar.
Pero otro pequeño detalle que se transformó en un gran problema: Keith llegó muy cercano a la hora del concierto y discutió un largo rato sobre el piano que le prepararon. En consecuencia, no tuvo tiempo para poder cenar.
Así que estamos a muy poco tiempo de iniciar la performance, con un Keith exhausto, con cuello ortopédico, sin haber podido cenar y con un piano en pésimas condiciones que no quería tocar.
Keith es un niño pródigo que posee oído absoluto. Es decir, puede identificar una nota musical sin ningún tipo de referencia. Y no solo eso, cualquier sonido que escuche sea una bocina de auto, un golpe de martillo o el rebote de una pelota en el piso, puede convertirlo en un nota musical.
Comenzó a estudiar piano a los 3 años de edad con formación clásica. A los 7 años realizó su primer concierto interpretando a Bach, Mozart y Beethoven. A medida que fue creciendo se fue acercando al jazz, con mucho interés al jazz contemporáneo. Es con Miles Davis donde alcanza su pináculo en el mundo del jazz y que le da pie a desarrollar su carrera solista.
Es muy (y cuando digo muy, me refiero a mucho muchísimo) quisquilloso con el silencio durante sus performances solistas. Keith detuvo conciertos por sólo escuchar toser a una persona en la sala. Según él, cuando comienza a improvisar requiere de absoluto silencio para poder dejar fluir su creatividad y cualquier interrupción puede desconcentrarlo y apagar ese flujo.
La improvisación es el elemento fundamental en la música de Keith. Según Miles, “Keith puede hacer música de la nada”. Su formación temprana y oído absoluto le permite recorrer distintos géneros, desde el jazz al western, el blues o la música étnica.
Para la década del ‘70, Keith comenzó a realizar conciertos completamente improvisados. Lo cual le valió su gran reconocimiento en el mundo del jazz. Incluso Jarret afirma que sus mejores actuaciones han sido cuando él no ha tenido la más mínima idea de lo que iba a tocar antes de subir al escenario.
Y esa era la idea que tenía para “The Köln Concert”. Realizar un concierto totalmente improvisado sobre el que es considerado el mejor de los pianos de concierto disponibles. Explorar su rango y tonalidades en vivo, con la inspiración que le surgiera en el momento. Un juego libre de creatividad y experimentación.
Pero los detalles.
Montones de pequeños detalles previos a subir al escenario del Opera House le estaban diciendo que no podría ejecutar su performance como lo planeaba.
¿Y que es este conjunto de detalles que el querido Keith estaba padeciendo?
¡Claro! ¡Límites! Montones de ellos. Barreras muy concretas que no le permitían improvisar y experimentar como planeaba.
Aún así, Keith comenzó a explorar los diversos matices que le podía dar el Baby Grand Bösendorfer. Jarrett utilizó figuras rítmicas con su mano izquierda para dar un efecto de notas de bajo más fuertes, y concentró su interpretación en la parte media del teclado. A su vez, logró producir material improvisado mediante la repetición de figuras rítmicas sobre un solo acorde, tocados en un ritmo repetido. Si prestan atención a la grabación notaran como estas figuras rítmicas fluctúan sobre ritmos de rock, jazz y blues.
Manfred Eicher, el productor de ECM que lo acompañó en el Renault 4, dijo que: "Probablemente tocó de esa manera porque no era un buen piano. Como no podía enamorarse de su sonido, encontró otra manera de sacarle el máximo provecho".
Al encontrar el sonido que le reconfortaba y sentirse cómodo con el ritmo y tempo, Keith pudo delimitar las barreras que tenía delante.
Y así comenzó la magia.
La improvisación de Keith fue un acto increíble de creatividad. Subió al escenario incómodo, exhausto, con una herramienta que no requirió, pero no dejó que eso disminuyera su capacidad creativa. Transformó cada uno de esos problemas en un límite creativo para poder establecer el espacio correcto donde podía experimentar e improvisar.
“The Köln Concert”es el disco de piano más vendido de la historia.
A su vez, es un excelente ejemplo de cómo los límites nos pueden llevar a un nuevo lugar y hacer florecer nuestra creatividad.
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Emma