Cuando nuestras ideas surgen, siempre nos parecen increíbles, con montones de proyecciones brillantes.
Pero esas ideas necesitan de las personas que hagan uso de ellas para descubrir su valor.
Y si quienes hacen uso de ella no encuentran un beneficio, es porque no tienen un valor real.
De vuelta a trabajar, esa no es la idea que cambia todo.
¿Cómo podemos saber el valor de algo si no se pone en práctica? ¿Cómo vamos a entender que estamos ante una gran idea si nadie se aprovecha de ella?
Hay que patear al arco, todo el tiempo.
No nos podemos quedar en el papel.
Todas las ideas que se nos vienen a la cabeza las tenemos que ejecutar. Tienen que salir. Tienen que explotar en el universo.
Mucho más en el día de hoy.
Estamos en un mundo donde el research que puede hacer un estudiante de doctorado en un mes, lo resuelve un robotín en 10 minutos. O una extensión de Chrome la puede implementar en 3 horas una persona que nunca estudió código en su vida (sí, hola, hablo de mí mismo).
¿Cómo nos vamos a quedar con las ideas guardadas en un cajón?
Todo lo que compone lo que llamamos vida fue creado por personas que no son más inteligentes ni más capaces que nosotros.
Bueno, quizás algunas sí.
Pero recuerden que todas esas personas, en algún momento se pararon en los hombros de gigantes que les antecedieron.
Hagámoslo también.
Tengamos la valentía de pararnos en los hombros de gigantes y ejecutemos nuestras ideas.
Nuestro mundo no es fijo, cambia todo el tiempo.
Lo vemos todos los días.
Y si nuestra realidad, nuestro mundo, no está fijado, lo podemos cambiar.
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¡Nos vemos la próxima semana! 🤘👨🏻💻🤘
Emma