¿Es una cuestión de gusto?
Cómo aprovechar al máximo nuestras colaboraciones con la Inteligencia Artificial
Cuanto más utilizo la IA, más cómodo me siento con mi trayecto como creativo. Veo el potencial de crecimiento como veía los orígenes de internet allá por los ´90s. En esos momentos cursaba el conservatorio de música y de la noche a la mañana podía acceder a partituras inaccesibles para mí en ese momento, por ejemplo.
Y ni siquiera podía imaginarme todo lo que venía detrás. Redes sociales, aplicaciones, laptops, la misma inteligencia artificial que hoy nos permite multiplicar nuestras creatividad.
No tuve muchos dilemas en adoptar la IA a mi flujo de trabajo. Esa supuesta dicotomía que aún prevalece entre abrazar la eficiencia tecnológica o preservar la auténtica creatividad humana me parece falsa y limitante. Cada vez que las utilizo, puedo experimentar cómo ambos mundos se potencian en lugar de competir.
Desde hace un tiempo, considero a las LLM como esa gran dupla creativa que siempre quise tener. Siempre lista para rebotar ideas, pensar en nuevos flujos de trabajo, o encarar problemas en apariencia imposibles. No importa lo que esté adelante, siempre están ahí listas para trabajar. Y ¡oh sorpresa! cada vez uso más el papel y lápiz en mis procesos de ideación.
También admito que a diferencia de otras duplas creativas con quienes trabajé, las LLM no suelen contradecirme. Pero eso lo veo como positivo por dos razones. La primera es que siempre están construyendo sobre lo que tú le propones al brindar opciones y sumar caminos. La segunda es que el rol de editor corre por mi cuenta. Soy yo quien debe tomar la decisión de decidir qué es correcto y qué no. Ambas razones me obligan a tener un rol más activo en el proceso. O sea, no me puedo esconder en mi dupla. Ya deja de existir el "no sé, ¿vos qué pensás?"
Aquí el optimismo vuelve a ganar (como siempre) al cinismo. Dejas de defender tu espacio creativo para explorar el infinito producido por tu sensibilidad con estas nuevas herramientas, creando un ecosistema donde mi visión y los robotitos trabajan en sinergia.
Redefiniendo la IA: de artificial a agregada
Pienso a las siglas de la IA como Inteligencia Agregada. Porque si tenemos en cuenta que estas herramientas se entrenan con el colectivo de toda la información disponible, estamos agregando un conocimiento que no tenemos en nosotros. Es como tener acceso a una sabiduría colectiva que podemos personalizar según nuestras necesidades.
"¿Pero no sería lo mismo que la internet?", podrían argumentar cualquiera de ustedes. Pero les digo no, porque la relación que estamos teniendo con esta tecnología es fundamentalmente nueva. Con internet, debemos buscar, filtrar y conectar la información manualmente. Con las LLM, establecemos una conversación donde la herramienta no solo encuentra sino que sintetiza, adapta y transforma el conocimiento según nuestras indicaciones precisas, generando nuevas conexiones que nunca hubiéramos considerado.
Cada vez que trabajamos un proyecto con una herramienta de IA lo hacemos con el conocimiento acumulado de la humanidad, filtrado a través de nuestra intención creativa. Eso no es artificial. Es algo que agregamos a nuestro proyecto, una extensión de nuestras capacidades cognitivas. Es poder utilizar el copiar, transformar y combinar con todo el conocimiento disponible, pero con una interfaz que responde a nuestras preguntas específicas en vez de solo mostrarnos resultados de búsqueda.
Es aquí donde la posibilidad de combinar todo lo que ya existe de una forma que solo uno puede hacerlo, es increíble. La Inteligencia Agregada no reemplaza mi visión; la amplifica y la hace más rica, más profunda y más singular.
La combinación de la tecnología y mi visión
Lo que tiene la IA es que no posee discernimiento propio. Ya vimos en ediciones anteriores que puede darnos 14 veces más ideas que cualquier persona en un determinado tiempo. Pero sin saber cuál es la que vale y cuál no. Puede generar cualquier idea, pero no sabe qué es lo que vale la pena crear en un contexto específico. Esta es la brecha donde entramos nosotros.
En las últimas semanas he visto circular mucho el buzz de que es el "gusto" lo que nos diferencia de esta tecnología. Que el "gusto" que cada persona posee es lo que puede ayudarnos a desarrollar grandes ideas. Esta noción ha cobrado fuerza porque parece una forma sencilla de explicar dónde aún superamos a las máquinas.
Pero el término “gusto” me genera un choque. No me siento cómodo con esa palabra. Sobretodo cuando veo gente que le pone gomitas a la cerveza para hacer Gomichelas.
Disculpas a mis suscriptores y amigos de México, les respeto y quiero un montón, pero no hay forma de que pueda entender por qué les gustan las gomichelas.
Y aquí está el problema: el gusto es demasiado subjetivo, demasiado personal para servir como diferenciador profesional.
Por eso prefiero un término que utilizaba en mi época de creativo publicitario: “criterio”. Creo que es un término más noble, que denota un discernimiento para alcanzar la verdad. El criterio implica una capacidad evaluativa desarrollada a través de experiencia y conocimiento, no solo preferencia personal.
Aparte el criterio no se obtiene fácilmente. Al igual que nuestra creatividad, es un músculo que tenemos que trabajar todo el tiempo. Pero a diferencia de ella, lo trabajamos inconscientemente a través de cada proyecto, cada éxito y cada fracaso.
Para desarrollar un buen criterio, tenemos que evaluar muchas ideas, entender cuáles sirven o qué framework ayuda a resolver el problema que tenemos delante. Es la acumulación de experiencias en procesos creativos la que nos ayuda a construir nuestro criterio, refinándolo con cada decisión que tomamos.
El criterio es como una externalidad positiva. Por si no saben qué es eso, les cuento. Una externalidad positiva es un término económico que refiere a los beneficios que le brinda a un tercero no involucrado en una actividad. Un ejemplo sencillo puede ser plantar un árbol con tus hijos. Hay una acción compartida en un núcleo familiar, pero el beneficio de un nuevo árbol en el mundo para quienes no participan de ese evento es la reforestación, la mejora de la calidad del aire o prevenir la erosión del suelo.
Admito que gusto suena mejor que criterio. Es un poquito más snob, más aspiracional. Pero el criterio conlleva experimentación, trabajo... el gusto puede ser un poquito más subjetivo. Cualquiera puede decir que tiene buen gusto, y es una afirmación difícil de contradecir. ¿Pero decir tengo buen criterio? Es una afirmación que debe ser respaldada por resultados concretos, por decisiones que han demostrado ser acertadas a lo largo del tiempo. ¿Cuántos se animan a decir “tengo buen criterio” con la certeza de poder demostrarlo?
El criterio como diferenciador creativo
Entonces a más capacidad tengan las herramientas de Inteligencia Artificial, más importante se vuelve nuestro criterio. Nuestra experiencia en procesos creativos previos para discernir y seleccionar lo que importa y por qué. Si todo el mundo tiene el mismo acceso a estas herramientas que generan ideas infinitas, nuestro criterio pasa a ser nuestra ventaja competitiva.
El criterio tiene elementos que lo hacen subjetivo, sí. Pero deviene de nuestra capacidad de reconocer patrones que otros no ven. Una modista tendrá un criterio muy distinto al de un músico. El criterio también es intuición, por eso también será distinto cómo percibe el sabor un enólogo de una escritora.
La exposición constante a ideas, innovaciones, referencias, pensamiento crítico y el no tener miedo a experimentar es lo que nos ayudará a desarrollar nuestro criterio.
La importancia del contexto en la era de la IA
Las LLM operan en un espacio prácticamente infinito de posibilidades: cada palabra que escribís da forma a lo que viene luego. Si le pedimos que escriba sobre "la poesía" nos dará algo genérico. Pero pídele que “combine la sabiduría de Rick Rubin con la narrativa de Pablo Neruda”, y el resultado será mejor. Y más personal. Porque ¿cuántas personas piensan en combinar a Neruda con Rubin?
¿Lo ven? La diferencia somos nosotros. Son nuestras preguntas. Es nuestra imaginación. Es nuestra visión, nuestra originalidad, nuestro deseo de copiar, transformar y combinar como se nos antoje. El valor está en quién hace las preguntas y cómo las hace, no solo en quién proporciona las respuestas.
Este poder del contexto específico se multiplica cuando se trata de proyectos profesionales. Cuando le pido a una IA que me ayude a diseñar la narrativa de una startup, la calidad del resultado dependerá enormemente de mi capacidad para proveer el contexto adecuado: la historia de los founders, el propósito detrás su solución, los intentos previos y sus resultados, el problema específico que buscan resolver... Quienes dominen el arte de crear contextos ricos y precisos obtendrán resultados extraordinarios; quienes se limiten a instrucciones genéricas obtendrán respuestas chatas, vacías.
En este nuevo paradigma, nuestra habilidad para formular contextos significativos se convierte en una ventaja competitiva. No es solo lo que le pedimos a la IA, sino cómo enmarcamos esa petición dentro de un universo creativo que solo nosotros podemos concebir, basado en nuestras experiencias únicas, nuestros conocimientos especializados y nuestra particular forma de ver el mundo.
Cultivando contextos que marquen la diferencia
La IA no tiene criterio propio. Puede entender qué es lo que esperas de ella, pero no puede formar su propio discernimiento. Lo que sí puede hacer es ayudarnos a transformar nuestra sensibilidad en grandes ideas. Sin nuestro contexto no pasa nada. Pero si el contexto lo es todo, ¿cómo se cultivan contextos que vale la pena tener?
1. Desarrollar nuestro instinto
Cuanto más medible y cuantificable se vuelve nuestro mundo, más necesitamos preservar lo que no se puede medir: las sensaciones inexplicables, los patrones que sentimos pero nos cuesta articular. Esta intuición refinada nos permite identificar conexiones que los algoritmos no pueden ver.
Ejemplo: Cuando trabajo en proyectos de narrativa, guardo imágenes que me producen algo. No entiendo por qué. Las veo como mood boards. Aunque estas referencias intuitivas sean imágenes, cuando las comparto con mis herramientas me ayudan a articular palabras que ningún prompt puede lograr.
2. Escapar al algoritmo
Alejarse del contenido sin filtro es algo muy sano. Comienza a seleccionarlo conscientemente. Alejarse del frenesí de las redes sociales, ayuda a que las ideas puedan crecer a su propio ritmo.
Ejemplo: no busco más los "reporte de tendencias de Saracatunga Corps". Lo que hago es guardar señales independientemente de su popularidad. Es una pequeña biblioteca de referencias no-obvias que me inspira lejos de lo predecible.
3. Contexto, no categoría
¿Probaste organizar tus referencias de otra forma? Cómo menciones a tus carpetas puede limitar tu capacidad creativa. Las categorías convencionales (diseño, ilustración, fotografía) nos encierran en silos predeterminados que restringen el pensamiento lateral.
Ejemplo: En lugar de tener una carpeta genérica llamada "ilustraciones", organizo las referencias según estado de ánimo, o sistemas de escritura para mi newsletter, o propósitos narrativos. Entonces cuando quiero dar contexto a las herramientas de IA, le tiro esa carpeta y ya está.
El futuro pertenece a los criteriosos
No me canso de repetir: si estamos en un mundo donde todo puede ser generado infinitamente, y todas las personas tienen acceso a eso, el verdadero valor estará en saber qué vale la pena generar y por qué. La capacidad de discernir, seleccionar y proporcionar contexto significativo a una IA será una de las grandes habilidades diferenciales en esta nueva era creativa.
Esta evolución ya está ocurriendo. Mientras muchos se preocupan por si la IA "robará trabajos creativos", hay personas refinando su criterio, construyendo sistemas personales de referencia y desarrollando métodos únicos de colaboración con estas herramientas. El resultado es una nueva forma de creatividad aumentada, donde la tecnología amplifica nuestra visión en lugar de reemplazarla.
No competimos con la IA, colaboramos con ella desde nuestra perspectiva única. Y la profundidad de esa perspectiva (alimentada por nuestro criterio) es lo que determinará la calidad de lo que crearemos. Esta colaboración seguirá evolucionando: hoy proporcionamos contexto a través de prompts y referencias; mañana podremos entrenar sistemas con nuestra propia biblioteca de conocimiento y sensibilidad estética.
Los creativos que prosperarán en este nuevo ecosistema no serán los más técnicos, sino los que desarrollen un criterio refinado, una capacidad de contextualizar más rica y una visión más singular. La combinación de nuestro criterio con la potencia generativa de la IA producirá obras que ninguno de los dos podría crear por separado.
¿Ya construiste tu base de conocimiento personal para alimentar a la IA con tu perspectiva única? ¿Qué sistema estás utilizando para capturar y organizar las inspiraciones que encuentras fuera de los algoritmos habituales? ¿Cómo organizas tus referencias para fomentar conexiones inesperadas entre diferentes campos?
Porque al final del día, en un mundo donde todos tienen las mismas herramientas, lo único irreemplazable es tu criterio. Y ese criterio, cultivado a lo largo de años de experiencia, reflexión y experimentación, es lo que convertirá a la Inteligencia Artificial en nuestra gran dupla creativa.
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Emma