En las últimas semanas estuve siguiendo de cerca una tendencia en el mundo de la inteligencia artificial, llamada Vibe Coding o programación por sensaciones.
Esa traducción literal al castellano no me gusta para nada, creo que pierde atractivo y un poquito de factor aspiracional también. Así que para fines prácticos, comparto una definición que armé en mi investigación para que estemos en la misma línea:
Vibe Coding es una forma de comunicación con IAs basada en transmitir sensaciones, emociones y estéticas en lugar de instrucciones técnicas precisas, buscando que la IA interprete y responda a la intención y contexto emocional del usuario más allá de las palabras exactas.
Esta tendencia viene creciendo a contrapartida de prompts e instrucciones con estructuras cada vez más complejas para que las IA obtengan un resultado.
Pero si estas herramientas están entrenadas con las toneladas de información y conocimiento de todo el mundo, ¿por qué no hablar con ellas de forma más natural y menos estructurada? Al fin y al cabo, las IA son capaces de captar referencias, estilos y atmósferas.
En esta búsqueda quise encontrar el origen de este tipo de interacción y por sorpresa, todos los caminos me conducían a la misma persona:
¡Sí! Nuestro queridísimo amigo Rick Rubin.
Quizás algunos puristas de la Inteligencia Artificial me digan “Hey, Rick no invento esto, ¡fue Andrej Karpathy!”
Y técnicamente tendrán razón, el término podemos atribuirlo a quien fue uno de los fundadores de OpenAi. Pero si ahondamos en la cultura internetiana y los memes, nos encontraremos con este fragmento donde el gran Ricardito dijo lo siguiente:
Aquí Rick admite que a pesar de ser el productor musical contemporáneo más exitoso del mundo, no tiene la más mínima idea de música:
“La confianza que tengo en mi gusto y mi habilidad para expresar lo que siento, ha probado ser útil para artistas.”
Dejarse llevar en el momento de creación.
Copiar, transformar, combinar.
Todas las ideas vienen de algún lugar, ¿no?
Rubin fundamenta toda su carrera musical en la confianza, el gusto y su habilidad para expresar lo que está sintiendo.
Esta forma de ver e interpretar con emociones una tarea específica que tengas para resolver, es el fundamento de esta tendencia. Es dejar de pensar la resolución del problema desde una perspectiva lógica mediante el pensamiento de primeros principios o el pensamiento crítico, y hacerlo desde la emoción. ¿Qué quiero sentir cuando vea esto? ¿Que emoción deseo evocar con mi trabajo?
Es una resolución bastante más profunda, ajena a habilidades, conocimientos o estudios. Cuando trasladamos esto a la programación (coding), es cuando entramos en un campo nuevo. Y ustedes saben muy bien lo lindo que es ingresar a nuevos territorios.
En Creative Workout hablamos muchas veces de aprender con la ejecución y cómo estas herramientas pueden potenciar nuestras capacidades creativas. Hace muy poco les conté que cualquier persona puede utilizar cualquier IA para hacer una aplicación propia. Pero no es sólo eso, según Dario Amodei, CEO de Anthropic y creador de Claude, el fin de la programación tal como la conocemos está muy cerca:
Lo que veo diferente a otras tendencias, es que el Vibe Coding acerca aún más a las personas con el uso de las herramientas de Inteligencia Artificial. Porque ya no se trata de saber estructurar un prompt, sino de saber expresar tus emociones.
Esta tendencia me llevo a pensar: en un mundo hiper-optimizado, donde todo tiene qué cumplir una función, ¿en qué otras cosas podemos dejarnos llevar por el vibe del momento?
En el medio de esa telaraña de pensamientos que se iban tejiendo surgió una pequeña conversación en Notes de Substack con
:Lo que Greg proponía (en castellano por las dudas) era lo siguiente:
“¿Qué pasaría si dejáramos de pensar en el conocimiento como algo que poseemos y empezáramos a pensarlo como algo que ofrecemos?
Imagina escribir tus ideas como un compositor que escribe una partitura. No una obra maestra terminada, sino una guía: algo que otros pueden retomar, tocar e incluso improvisar.”
Este Notes fue el punto de información que necesitaba para comenzar a dar forma a la respuesta que formulé antes sobre el vibe coding. Si el conocimiento es algo que podemos ofrecer para que los demás lo construyan, ¿no podemos hacer algo así como el Vibe Ideation?
Aquí en castellano para ustedes:
Vibe Ideation consistiría en desafiar la idea de que una idea debe aportar valor de una forma fija, a una persona fija. Estamos acostumbrados a pensar que una idea solo importa si genera utilidad o impacto para alguien más. Pero ¿qué pasaría si, en cambio, una idea fuera un camino, no un producto? Por ejemplo, en lugar de entregar una idea bien envuelta con instrucciones claras y resultados esperados, se ofrece una chispa direccional. Una vibración. Una tensión creativa. Algo que invita a alguien más a participar, a explorarla, a darle forma, y tal vez, al hacerlo, a encontrar su propio valor.
En ese sentido, vibe ideation no se trata de transmitir un valor fijo, sino de abrir el potencial de valor. No es una propuesta, es una invitación. Y quizás esa sea la generosidad más profunda del conocimiento: no entregar cosas terminadas, sino dejar huellas que otros puedan seguir, remezclar o dejar atrás. La verdad es que no sé del todo adónde lleva, solo estoy pensando en ello. Pero hay algo ahí que vale la pena explorar un poco más.
En el momento que escribí esa respuesta, no sabía a dónde iba. Simplemente seguí mi intuición y me dejé llevar. Pero ustedes ya me conocen bastante, no lo iba a dejar sólo ahí. Tenía que explorar un poco más.
Para ser fiel a mis palabras debo contar las ideas ni bien las tengo y soltarlas al océano. Es por eso que les voy a contar una develación: todo lo que acaban de leer hasta aquí fue una introducción a un pequeño ensayo sobre qué es Vibe Ideation. Vamos a soltar al océano esta idea que aún no tiene forma del todo, pero marca un camino hacia algo para ver a dónde nos lleva.
Alguna vez en una edición de Creative Workout compartí la siguiente frase:
Si alguno de ustedes que están leyendo ahora deciden seguir este camino, cuéntenme qué les dispara el Vibe Ideation.
Vibe Ideation: ideas como caminos
El problema de la idea como producto
Hay ideas que nacen listas. Vienen con forma, con propósito, casi con manual de uso. Uno las reconoce rápido: esto sirve para esto, va a gustar a tal audiencia, se puede presentar, vender, medir. Son ideas producto. No tienen nada de malo, son las que hacen que el mundo funcione, pero cada vez me siento más incómodo en ese lugar.
Últimamente, me pasa otra cosa: aparecen ideas que no sé del todo cómo explicar. No tienen pitch, no tienen objetivo claro, no sé bien a quién le pueden servir ni cómo. Pero vibran. Se sienten como una dirección, una sensación, una inquietud que no se puede ignorar. No son soluciones, son señales.
Y en esos momentos, aparece la duda: ¿vale la pena compartir una idea que no está “lista”? ¿Qué valor tiene una idea si no puedo garantizarle utilidad a otro? ¿Cómo se comunica algo que todavía está en proceso de descubrir su forma?
Ahí empecé a preguntarme si no estamos demasiado atrapados en la lógica de la idea como producto. Como algo que debe tener valor de entrega: una función, un beneficio, un retorno. ¿Y si probamos otra lógica? ¿Y si vemos a las ideas como caminos? Como algo que no se da para ser usado, sino para ser explorado.
El creador como guía (no como experto)
Cuando pensamos en compartir una idea, muchas veces asumimos que tenemos que hacerlo desde el lugar de quien sabe. El creador como experto, como alguien que entrega claridad, respuestas, utilidad. Y hay momentos en que eso tiene sentido: hay ideas que exigen estructura, precisión, y una voz firme que diga “esto es así”.
Pero no todas las ideas piden lo mismo. Algunas se resisten a esa lógica. No porque sean vagas o incompletas, sino porque su potencia está en lo que pueden despertar, no en lo que pueden explicar. Son ideas que no necesitan ser enseñadas, sino provocadas. No necesitan una tesis, necesitan una atmósfera.
Ahí empecé a pensar que quizás cuando compartimos ciertas ideas, no somos tanto expertos sino guías. Personas que no llevan a otros a un lugar concreto, pero que invitan a recorrer un terreno. No damos respuestas, abrimos senderos. No ofrecemos certezas, sino condiciones para que algo ocurra.
Y como cualquier guía, lo que ofrecemos no es un contenido cerrado, sino un marco de experiencia. Como quien prende una fogata, no para decir qué pensar, sino para que otros se sienten alrededor y empiecen a imaginar. A veces, el rol más generoso que podemos tener con una idea es no encerrarla, sino acompañarla a circular.
Vibe Ideation: el valor como descubrimiento, no como entrega
A esta forma de relacionarme con las ideas la empecé a llamar vibe ideation. No es una metodología, ni un framework cerrado. Es más bien una postura, una manera de entender el acto de proponer ideas sin fijarlas, de compartir sin clausurar, de crear sin controlar el sentido.
Vibe ideation no trata de imponer un valor, sino de abrir un espacio donde ese valor pueda ser encontrado. Es el tipo de idea que no busca decirte “esto sirve para esto”, sino “vení, acá hay algo”. Es una propuesta, no una promesa. Una dirección, no un destino.
Y eso cambia todo: la forma de pensar, de presentar, de colaborar. No estás vendiendo un producto, estás ofreciendo un trayecto. No estás resolviendo un problema, estás activando una búsqueda. En vez de entregar certezas, sembrás posibilidad.
Pensé en este cuadro para visualizar la diferencia:
No digo que uno sea mejor que el otro. De hecho, muchas veces coexisten. Pero vibe ideation permite soltar la presión de entregar valor claro y concreto y, en cambio, cultivar la posibilidad de que otros encuentren su propio sentido en lo que estás ofreciendo.
Es una práctica de confianza. En la idea, en los otros, y en el camino.
El dilema de compartir lo inacabado
Hay algo que no deja de repetirse cuando doy mentorías a personas que quieren emprender. Me cuentan que tienen una idea, una buena idea, pero que todavía no la pueden compartir. “No está lista”, me dicen. “Tengo miedo de que me la roben”. “La estoy puliendo”. Y mi respuesta es siempre la misma: si no podés contar tu idea, no estás listo para emprender.
Sé que suena duro, pero lo sostengo. Porque si una idea no se cuenta, no se prueba. Y una idea que no se prueba, no crece. No importa si es buena o mala: si no sale al mundo, es solo un deseo en pausa. No tiene cuerpo. No genera fricción. No genera nada.
Y sin embargo, entiendo el miedo. Mostrar una idea inacabada es exponerse. Porque la cultura del emprendimiento y la innovación te exige valor desde el vamos. ¿Cuál es tu propuesta? ¿A quién le sirve? ¿Cuál es el mercado? ¿Cuál es el problema que resuelve? Todo tiene que estar claro, todo tiene que tener sentido. Pero ¿qué pasa cuando lo único que tenés es un sentido de dirección?
Ahí es donde vibe ideation se vuelve no solo válida, sino necesaria. Porque te permite compartir una idea que no está cerrada sin perder potencia. De hecho, su potencia está en eso: en no estar cerrada. En que sea otra persona la que le dé forma, la que complete el sentido, la que descubra el valor que vos todavía no ves.
Es un giro radical: el valor no está en proteger la idea, está en soltarla. En dejarla circular, mutar, resonar. No sos menos creador por eso. Al contrario: somos más generosos, más abiertos, más valientes. Porque estámos dejando que el valor emerja, no que se imponga. Y que sea descubierto por otra persona.
Invitación abierta
No tengo una definición perfecta de vibe ideation. Y me gusta que así sea. No porque sea un concepto vago, sino porque su forma refleja su intención: no viene a cerrar, viene a abrir.
Para mí, compartir una idea es abrir una puerta. A veces la puerta lleva a un producto concreto, a un pitch, a una solución. Y otras veces lleva a un espacio más ambiguo, más lento, donde la idea no se entrega, se deja respirar. Y el valor aparece (si aparece), en quien camina esa idea. No en quien la tuvo primero.
Desde ese lugar, vibe ideation no es solo una forma de pensar ideas. Es una forma de acompañarlas. Como mentor, como guía, como amigo que te dice: “probá con esto, no sé para qué sirve exactamente, pero sé que puede servirte”. Es una dirección, no una instrucción. Como hace Rick Rubin en The Creative Act: no te dice qué hacer, pero te da herramientas que cargan con posibilidad.
Hay algo hermoso y desafiante en eso. Porque requiere confianza. No solo en vos, sino en los demás. En que van a encontrar su forma. Su sentido. Su manera de hacer que algo valga, aunque vos no se los hayas dicho.
Yo no sé si esta idea es útil. Pero me vibra. Y si te vibra a vos también, seguí caminando. Quizás haya algo ahí. Y si lo encontrás, o lo transformás, contame. Así seguimos ideando entre todos.
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Emma